Hablar de inteligencia artificial puede suscitar reacciones diversas: miedo, fascinación, rechazo, asombro, incerteza… No importa nuestra opinión al respecto, hay que admitir que ya no es algo solamente propio de la ciencia-ficción, sino que ya forma parte de nuestra vida cotidiana. Pensemos en Misty, el robot diseñado por los organizadores del Mobile World Congress en el marco de un proyecto piloto de Barcelona que tiene por objeto reducir los efectos más negativos del confinamiento en la sociedad. Misty vive con Ana Margarita Fernández, una señora mayor a la que da los buenos días y pregunta si se ha tomado la medicación. Misty puede incluso llamar a una ambulancia si detecta algo que se pueda considerar una urgencia médica. La inteligencia artificial ha venido para quedarse.

En artículos anteriores abordamos la cuestión de la traducción automática y el avance de la tecnología y nos preguntábamos si algún día las máquinas llegarán a sustituir a los traductores humanos. Nuestras conclusiones fueron optimistas: aunque los resultados de las traducciones automáticas son cada vez más satisfactorios (siempre según qué textos), en algunos casos también dejaban mucho que desear, por lo que podemos asegurar con firmeza que podremos conservar nuestro trabajo, al menos durante un tiempo. Aun así, sabemos que la tecnología nunca duerme, el progreso es continuo y aquello que las máquinas y dispositivos no podían hacer ayer, lo pueden hacer hoy para sorpresa de todos…

Los investigadores y científicos están desarrollando lo que se conoce como “deep learning”, una técnica que busca dotar a las computadoras la capacidad de “aprender” mediante el procesamiento de grandes cantidades de información. Si la aplicamos al campo de la traducción, esta tecnología se basa en la búsqueda de coincidencias en las bases de datos y en la producción de una traducción coherente y con sentido.

Las metáforas y otros escollos

No obstante, el problema reside aún en la dificultad de dotar a la inteligencia artificial de algo puramente humano: el sentido común. Si bien una base de datos puede ser lo más extensa que queramos, los humanos somos ciertamente bases de datos andantes, vivitas y coleando, alimentadas por todas nuestras experiencias vitales y, además, contamos con un sentido común innato que nos ayuda a discernir, a sentir y a elegir, y, por supuesto, a tomar decisiones lingüísticas inteligentes.

Una buena traducción no es un mero texto correcto desde el punto de vista sintáctico y gramatical. El lenguaje se combina con información contextual que va más allá de las simples palabras. Un ordenador no es capaz de identificar fenómenos lingüísticos como las metáforas, el humor o la ironía.

Fijémonos en lo siguiente: una metáfora es una figura retórica que establece una comparación entre dos elementos sin aparente relación entre sí. Describe a una persona, un objeto o una acción de forma no literal ni veraz, pero ayuda a transmitir una idea o comparativa con un complemento de profundidad y color. ¿Te has dado cuenta de que hemos usado una metáfora antes? En el segundo párrafo decíamos que la tecnología “nunca duerme”. ¿Qué es lo que hemos hecho? Hemos dotado a la tecnología de una cualidad humana, aunque sabemos que no la tiene, pero la frase traslada la idea de progreso y desarrollo constantes.

Hay que ser prudentes con las metáforas: a veces se pueden trasvasar de un idioma a otro y la mecánica funciona, pero en su idioma origen suelen estar vinculadas a elementos socioculturales. Si no existe una metáfora equivalente en la lengua de destino, debemos buscar una alternativa, un método igualmente efectivo, como un símil o la traducción más literal del sentido inicial, en detrimento, posiblemente, de la pérdida de la fuerza emotiva con que cargaba la metáfora original. Estas figuras a menudo están estrechamente ligadas a un imaginario y a referencias culturales que pueden resultar confusas o incluso ofensivas cuando se transfieren a otra lengua.

En definitiva…

Aparte de estos problemas para reconocer aspectos lingüísticos como los anteriores y de la carencia de sensibilidad para abordarlos, la inteligencia artificial tampoco puede localizar otras cuestiones más peculiares no contempladas en sus bases de datos correspondiente. Podemos afirmar que la inteligencia artificial todavía no es capaz de automatizar por completo el proceso de traducción ni presentar una traducción perfecta. Por supuesto, tiene mucho que ofrecer en lo referente a la aceleración de procesos y a la producción de (pre)traducciones de calidad cuando se trata de ingentes volúmenes y una demanda acuciante, pero seguirán siendo un complemento y un apoyo al trabajo del traductor de carne y hueso.

No cabe duda de que Misty cumple su función cuidando a Ana Margarita y asegurándose de que se tome la medicación, pero no hay nada que pueda aportar lo mismo que una sonrisa y un cálido abrazo de otra persona. De la misma manera, las lenguas serán siempre la vía de comunicación entre pueblos y culturas, por lo que la traducción necesitará ese toque humano inevitablemente.

 

Imagen de cabecera de Hello I’m Nik para Unsplash